La realidad se amolda a la dispersa percepción la cual jamás obedece otra cosa que sus impulsos y miedos

martes, 5 de marzo de 2013

Gulo y otros cuentos inenarrables


Echaba tierra sobre el pobre animalillo asustado, reía al perseguirlo, pateando entusiasmado el suelo, arrojaba con cada patada ruidosas andanadas de piedrecillas, paja y polvo. El conejo trataba de escapar desesperadamente, sus ojos como enormes globos oscuros veían con avidez cualquier resquicio posible para huir de ese perseguidor cuyos gritos asustaban más que sus arrebatos al arrojar proyectiles. Gulo, implacable como cada día, necesitaba divertirse perpetrando alguna crueldad, y si era con algún ser débil mucho mejor. Una larga cicatriz le recordaba el incidente que tuvo con el enorme perro de sus vecinos, al cual mató finalmente. Pudo morderle con fiereza en la pierna momentos antes de que usara su hacha sobre el ancho cráneo del can. Eso escandalizó a las gentes del pueblo, matar así a un perro ya era cosa de dementes, pero los cuidadores de Gulo lo defendieron, alegaban que éste tuvo que defenderse de semejante ataque con lo que tuvo a mano, en este caso el hacha oxidada del cobertizo de la casona de campo. Ignoraban la paciente premeditación y el asombroso acecho del orate para atraer al perro hasta el lugar donde pretendió torturarle con ruido y palos afilados.
Con el pecho casi a reventar, el conejo arañaba la madera de una pared del cobertizo, Gulo le asesta una piedra en la cabeza. Muere al instante, pero la diversión no había acabado, seguía una larga sesión de viscerales descubrimientos. Gulo cantaba y babaeaba como cada vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario